jueves, 22 de octubre de 2009

KOUNELLIS: "HAY QUE PARTIR PARA UN VIAJE SIN CUADRO"

Parte de la instalación de la obra de Jannis Kounellis

Tres camas al frente de una habitación, dentro de la Ex Estación de Ferrocarriles de La Paz, un sombrero y un saco colgados a lado izquierdo de las camas. Ésa es la propuesta del maestro Jannis Kounellis, quien gracias a la Embajada de Iatlia, llegó a Bolivia como Invitado de Honor de la Bienal Internacional de Arte SIART para compartir su obra con la gente de La Paz.

Esta obra sin título es parte de la muestra que se encuentra en la Ex Estación de Trenes, que abrió sus puertas al arte con motivo de la Bienal. en este espacio se encuentran obras de los Inviatdos de Honor y también del Concurso Internacional y del Nacional Arte Joven.

Después de un arduo trabajo del maestro Kounellis junto a gente del SIART durante varios días armando esta instalación, la noche del miércoles se pudo apreciar esta instalación, que como Kounellis dijo "es una propuesta colectiva".

Jannis Kounellis, en la inauguración de su obra en la

Ex Estación de Ferrocarriles de La Paz

En la inauguración, el Embajador de Italia y miembro del comité organizador del SIART, Silvio Mignano, compartió con los cientos de visitantes la esencia de la obra, acá lo reproducimos de forma íntegra.

La Estación de Emaús, por Silvio Mignano

"Hay que partir para un viaje sin cuadro, sin ninguna forma de defensa", así nos dice Jannis Kounellis.

Hay que salir, posiblemente de una estación como esta de La Paz, inmóvil, desnuda, construida con un encaje de tablas de madera noble y paredes vacías, y una ventana asomada hacia la nada. Un abrigo y un sombrero cuelgan de dos ganchos, un bulto negro, plástico e incomprensible, yace encima de una silla.

La piel respira, tiene aliento, también nos dice Jannis Kounellis, sin piel, sin aliento no hay posibilidad de comprender al otro, y sin ello no hay viaje, porque el viaje quiere decir comprender al otro, y amar al otro, y entender que el otro tiene razón, que el otro es el Maestro y que su presencia –como el viaje– es el principio de una aventura.

La aventura: ¿quién ocupará estos tres catres, tan cuidadosamente alistados, con sus frazadas ordenadas, lisas, plasmadas como paralelepípedos de lana y algodón, y con sus almohadas que parecen esculturas de tejido?

"¿Serán tres viajeros inermes, desnudos, que se mueven armados sólo de su propia piel, a través de cuyos poros buscarán -desearán– abrirse al otro, al otro que se encuentra a su lado?

Tres viajeros, sin equipaje, inermes, comparten un segmento de su camino, casi sin hablar, sumergidos en sus respectivos silencios y comunicando quizá a través de los poros de la epidermis. Cuando ya llega la noche, se paran en un albergue y cenan juntos, una comida sencilla, hasta pobre. Son tres, y entre ellos, gracias a la aventura común del viaje, gracias al amor hacia el otro, se produce un acto de reconocimiento: Tú – piensan dos de ellos, sin atreverse a pronunciar palabras – eres el Maestro. Es el episodio de Emaús, uno de los más intensos y conmovedores en el Nuevo Testamento, una historia que ha emocionado a los artistas más grandes, Tiziano, Velásquez, Caravaggio, Rembrandt.

El embajador Silvio Mignano compartiendo

la esencia de la obra de Kounellis


Emaús es hoy, aquí, en La Paz, en esta terminal ya desprovista de su función, del movimiento de los pasajeros, del ruido de las máquinas, de la confusión de las maletas, del perfume del café y de las galletas que las vendedoras reparten. Una Emaús laica, existencial, pero vacía, donde sólo queda la huella de posibles visitantes: no la huella de alguien que ya haya venido, pues los catres aparecen intactos, sino la huella de una presencia futura o simplemente posible.

No sabemos quién ocupará estos catres, ni si alguien un día pasará por esta estación, descolgará el abrigo del gancho, se pondrá el sombrero, abrirá el bulto negro o simplemente lo levantará y lo meterá sobre su espalda. Sabemos que éste es un gesto antiguo, el mismo del los aparapitas que cargan alimentos y otras cosas en los mercados de La Paz, el mismo de Odiseo cada vez que abandonaba un puerto, una patria ilusoria, para buscar otro camino.

Un hombre, un artista, ha salido desde el Pireo, en Grecia, hacia Roma, hace medio siglo: ha viajado sin nada, sin tampoco ese bulto negro que yace hoy, aquí, sobre una silla: sin embargo, ha viajado con su mundo, con su cultura, y ha encontrado el otro mundo, la otra cultura de Roma, y los poros de su epidermis y su aliento se han abierto al otro, han comenzado la aventura que lo ha llevado a ser el artista Jannis Kounellis.

Ese mismo hombre, cincuenta años más tarde, sale de Roma sin nada, sin tampoco ese abrigo y ese sombrero colgando de dos ganchos, hacia La Paz, Bolivia. Viaja sin nada, pero con su piel, con su aliento, y se abre a una nueva aventura.

Un hombre, un artista, ha salido desde el Pireo, en Grecia, hacia Roma, hace medio siglo: ha viajado sin nada, sin tampoco ese bulto negro que yace hoy, aquí, sobre una silla: sin embargo, ha viajado con su mundo, con su cultura, y ha encontrado el otro mundo, la otra cultura de Roma, y los poros de su epidermis y su aliento se han abierto al otro, han comenzado la aventura que lo ha llevado a ser el artista Jannis Kounellis.

Ese mismo hombre, cincuenta años más tarde, sale de Roma sin nada, sin tampoco ese abrigo y ese sombrero colgando de dos ganchos, hacia La Paz, Bolivia. Viaja sin nada, pero con su piel, con su aliento, y se abre a una nueva aventura.

La aventura es esta obra, esta pintura fuera del cuadro, dentro del espacio, en el medio de un viaje, en el camino a la eterna Itaca, se llame La Paz, Emaús o Roma".

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